Los españoles, y también los gallegos, tenemos una buena percepción de la sanidad. Buena parte de esa opinión positiva se debe a que se sigue teniendo como referencia el sistema sanitario español de hace más de 30 años. Ahora consideramos que el sistema público de salud español está al mismo nivel que el de los países más avanzados; los más entusiastas incluso aseveran que es el mejor del mundo.
Esta afirmación es de difícil demostración, pero sí se puede defender que en España disponemos de una sanidad muy buena. Sobre todo, teniendo en cuenta el esfuerzo que realizamos los españoles para contar con una sanidad de calidad, ya sea mediante impuestos o por aportación privada.
Según los últimos datos de la OCDE, el gasto en salud representa el 9% del PIB español (6,34% mediante financiación pública y el restante 2,66% de aportación privada), lo que nos sitúa en la media de la OCDE, pero ligeramente por detrás de otros países de nuestro entorno como Alemania (11,08%), Francia (10,99%), Holanda (10,76%) o Reino Unido (9,75%). En el caso de Galicia, la Xunta destina más del 40% de sus presupuestos a financiar la sanidad pública.
A pesar de estos importantes esfuerzos de la sociedad española para contar con un buen sistema sanitario, ya sea a través de impuestos o aportaciones privadas, cuando comparamos nuestra sanidad con la de otros países, se constata que España tiene carencias y necesita introducir reformas para poder hacer real esa proclamación de «la mejor sanidad del mundo».
El informe Euro Health Consumer Index 2017, recientemente publicado, vuelve a situar a España en el puesto 18 de los 37 países europeos. Este estudio, que analiza 48 parámetros diferentes de resultados de salud (superviviencia al cáncer, mortalidad infantil, tratamiento del infarto…), la accesibilidad (listas de espera, tiempo medio de cita en consultas), la transparencia o los derechos de los pacientes, subraya que «España confía demasiado en la sanidad privada para obtener la verdadera excelencia» y penaliza su puntuación por la mala accesibilidad y las listas de espera.
Los resultados del informe deben invitar a la reflexión, analizar qué países tienen los sistemas sanitarios mejor valorados y cómo lo consiguen. Es necesario abrir una reflexión en los partidos políticos y en la sociedad gallega para abordar la mejora del sistema sanitario con una visión global, que anteponga la atención de calidad de los pacientes a cualquier otro tipo de interés.
Es necesario estudiar en profundidad qué hace bien Holanda para estar en el puesto número 1 de forma constante entre 2008 y 2015. ¿Qué hay detrás del éxito holandés? Allí las organizaciones de pacientes participan más directa y activamente en las decisiones del Sistema de Salud y las decisiones operativas son tomadas, hasta un nivel inusualmente alto, por los profesionales médicos con la colaboración de los pacientes, de forma que los financiadores, políticos y burócratas del sistema están fuera de estas decisiones. Además, el sistema sanitario holandés sigue el modelo Bismark: todos sus centros son de gestión privada. Un buen ejemplo de que no es el tipo de gestión lo que determina la calidad de la sanidad.
Los esfuerzos por mejorar el Sistema Público de Salud deben concentrarse en lograr una sanidad universal, equitativa y de calidad, pero también debe ser accesible, porque la atención sanitaria deja de ser útil si llega demasiado tarde. Además, los autores del informe Euro Health Consumer Index 2017 alertan de que las listas de espera «contrariamente a la creencia popular, no ahorran dinero, ¡cuestan dinero!».
Sin maniqueísmos
Por ello, es imprescindible superar el maniqueísmo de sanidad pública frente a la privada, en un debate en el que pesa más la defensa de los puestos de trabajo de la función pública que la calidad y la eficiencia de los servicios. La excelencia de los profesionales de la medicina no se altera en función de quién abona sus salarios.
La reforma del sistema de salud debe profundizar en fórmulas de gestión eficiente, superando la falacia de que la prestación universal y gratuita sólo se puede realizar por un sistema de titularidad y gestión pública. Es necesario introducir fórmulas de colaboración público-privada, que permitan a la Administración optimizar todos los recursos disponibles (infraestructuras, dotaciones tecnológicas y recursos profesionales) e introducir la competencia en el sistema, siempre con criterios de calidad, sostenibilidad y accesibilidad.
Defender un mayor protagonismo de la iniciativa privada no es defender la ley de la jungla. Se pueden implantar medidas regulatorias que impidan prácticas abusivas y aseguren la calidad de la prestación. En otros países como Holanda o Alemania lo aplican con evidentes resultados positivos.
También es necesario introducir criterios de competencia y transparencia entre los distintos hospitales y servicios sanitarios, una medida fundamental para que los ciudadanos puedan conocer dónde se presta la mejor asistencia según la especialidad y elegir quién le presta la atención médica. Cuando se introduce competencia en el sistema, éste mejora.
La sociedad española, y también la gallega, deben reflexionar sobre las fórmulas más idóneas para contar con el mejor sistema sanitario. Sobre todo, los partidos políticos, sindicatos, administraciones públicas y medios de comunicación. El primer paso para lograr este objetivo debe ser sacar la sanidad de la arena de la confrontación política, tanto como argumento de crítica por parte de la oposición como elemento de exhibición de buena gestión por parte del gobierno. Nuestro sistema sanitario solo mejorará cuando todos nos sentemos a hablar de resultados en salud y no de la dicotomía sanidad pública – sanidad privada.
Marta Taboada
Directora – gerente de Ahosgal (Asociación de Hospitales de Galicia)