Los músculos de la cara tienen fijaciones en la piel por lo que, al gesticular, esos músculos se contraen “originando pliegues y surcos visibles: son las denominadas líneas o arrugas de expresión”, explica el Dr. Dwight Enrique Zambrano de la Unidad de Estética de La Rosaleda. Y aunque nadie está libre de sufrirlas, hay personas en las que se manifiestan muy pronto o de forma muy visible, dando una apariencia más envejecida o una imagen diferente a la que la persona desea ofrecer.
“Cuando una persona tiene tendencia a repetir frecuentemente una expresión, las líneas o arrugas se profundizan y, con el tiempo, se hacen constantes, incluso durante el reposo”. Sin embargo, las nuevas técnicas de la medicina estética permiten tratar estas líneas de expresión de forma “eficaz, duradera y sin apenas molestias”, asegura el médico estético. Para ello se usa la toxina botulínica, el tratamiento más demandado tanto en medicina estética como en cirugía plástica a nivel mundial, pero sobre el que persisten ciertos temores: “El que sea una toxina provoca miedo en alguna gente y tampoco han ayudado esos rostros inexpresivos que hasta no hace mucho se veían en pacientes y personajes públicos tratados con la toxina”, explica el Dr. Zambrano.
Y es que “el pilar básico de todo tratamiento estético en la actualidad es la obtención de resultados naturales”; para eso, en la Unidad de Estética de La Rosaleda buscan “modular los gestos, no eliminarlos, que el paciente conserve su expresividad evitando exagerar ciertos gestos que dan lugar a esas líneas de expresión”.
Para ello se realiza “una detallada evaluación de antecedentes médicos y observación de la expresividad del paciente”, explica el Dr. Zambrano, ya que ciertas condiciones –como el embarazo o la lactancia–, enfermedades e incluso medicamentos pueden contraindicar o afectar los resultados del tratamiento. Una vez establecida la idoneidad del mismo se aplica el tratamiento, que solo requiere unos minutos y es “poco o nada doloroso, dependiendo de la sensibilidad de cada uno”. Además en estética no se han registrado complicaciones graves con el bótox ya que se utilizan dosis muy pequeñas, “por lo que es un tratamiento muy seguro”.
Las indicaciones post tratamiento consisten en “no masajear las zonas tratadas ni bajar la cabeza o acostarse durante un tiempo aproximado de 4 horas”. La acción de la toxina comienza a partir del tercer o cuarto día y es completa hacia el día 10 o 12, por ello en La Rosaleda siempre recomiendan un control posterior al día 15 en el que se aprecia ya el resultado final. La duración del efecto varía entre pacientes y también en función de la marca de toxina utilizada pero, en general, está entre los 3 y 6 meses. Y puesto que el paciente tiende a controlar su expresividad con el tiempo, podría considerarse una especie “de educación de los gestos”, señala el médico estético.